Adolescentes, hoy

Acoso y maltrato entre iguales

Bullying: Una lacra que nos afecta a todos.

El bullying es la exposición que un niño sufre de forma sistemática a maltrato físico, material, psicológico y emocional por parte de su grupo de iguales. El acosador aprovecha el desequilibrio de poder que existe entre él y su víctima para conseguir un beneficio (material o no), mientras que el acosado se siente indefenso y puede desarrollar una serie de problemas psicológicos que afecten directamente a su salud o incluso, en situaciones extremas, llegar al suicidio.

El bullying escolar se produce sobre todo en los espacios y momentos en los que el profesorado no se encuentra presente: durante el recreo, en la fila, en los baños, los pasillos, los cambios de clase, en el transporte escolar…; aunque también puede ocurrir en el aula. Sin embargo, hay otras formas de bullying que no se llevan a cabo en el centro escolar, sino en el exterior: parques, polideportivos, la calle, o incluso aprovechando las redes sociales (ciber bullying).

Según datos de la Unesco (Foro Mundial de Educación 2019), la violencia y el acoso escolares son un problema mundial, hasta el punto de que uno de cada de cada tres estudiantes (32%) habría sido víctima en el último mes. La violencia escolar y la intimidación afectan tanto a chicos como a chicas. El acoso físico es más común entre los niños, mientras que el psicológico es más frecuente entre las niñas. Además, han aumentado también el acoso en línea y por teléfono móvil.

Aunque el bullying no distingue entre sus víctimas —cualquiera puede ser el elegido—, los niños percibidos como diferentes son más propensos a padecerlo. La causa más común es la apariencia física, seguida por la raza, la nacionalidad y el color de la piel. Lo que sí tienen en común quienes lo sufren es que suelen mantenerlo en secreto, bien porque creen que lo que les sucede es «normal», o por vergüenza. El acoso tiene un efecto demoledor sobre la salud mental, la calidad de vida y el rendimiento académico: los niños víctimas son propensos a faltar a clase, obtienen peores resultados educativos y tienen más probabilidades de abandonar la educación formal.

El nivel socioeconómico también desempeña una función en el acoso: entre las familias más pobres, dos de cada cinco jóvenes sufren sus consecuencias. Esta cifra se reduce a uno de cada cuatro en las familias más acomodadas. También que los niños migrantes tienden a ser más vulnerables.

Señales que identifican al niño que está sufriendo bullying

Algunos indicadores presentes en el niño acosado son:

SÍNTOMAS FÍSICOS. El niño sufre malestar, mareos, dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, alteraciones del apetito o del sueño (dificultades para dormir, pesadillas o insomnio), sobre todo el domingo por la noche o en el momento de ir al colegio.

SINTOMAS PSICOLÓGICOS: Sentimientos de culpa. Problemas de memoria y concentración que hacen descender el rendimiento. Constante estado de alerta, aislamiento social, apatía e introversión, depresión, ansiedad e irritabilidad. A menudo está triste, muestra cambios de humor, contesta mal y sufre arranques de cólera. Llanto incontrolado y respuestas emocionales extremas que pueden llegar incluso a los intentos de suicidio.

CAMBIOS EN LA CONDUCTA. A la hora de ir al colegio, el menor se muestra nervioso, falta a clase o regresa en cuanto puede a casa. El fin de semana está bien y el domingo por la noche empieza a encontrarse mal. A menudo se le extravía el material escolar o la ropa, Deja de hablar o salir con sus amigos y abandona sus aficiones. Conductas de huida y evitación. Pide dinero a sus padres (para dárselo a los acosadores). Al ser preguntado, niega el maltrato o responde con evasivas.

Al igual que en otros tipos de maltrato, el acosos entre iguales suele empezar con acciones de «baja intensidad», por ejemplo el acoso verbal (insultos, humillaciones, falsos rumores, mensajes en redes sociales…). De ahí se pasa al acoso emocional y psicológico (excluirle del grupo, aislarle, provocarle un estado de tensión a través de las burlas amenazas) y, por fin el maltrato físico, que contempla tanto agresiones directas e indirectas.

La intensidad máxima se produce en 5º y 6º de Primaria. El hecho de que la mayoría de las veces sea el acosado el que debe cambiarse de colegio, no mejora las cosas. Muchos de estos niños llevan mucho tiempo sufriendo acoso, y emiten señales de vulnerabilidad, por lo que terminan convirtiéndose en un imán para la violencia también en el nuevo grupo. Sin embargo, no es raro que algunos adolescentes sufran un cambio de rol y se conviertan a su vez en abusadores (Emler, (2009), desplazando la agresión a otros chicos o incluso ejerciendo la violencia en el sistema familiar.

Con la autoestima por los suelos, muchos de estos niños acosados serán candidatos a sufrir situaciones similares, que les conducirán al acoso laboral, al maltrato doméstico, y otras formas de victimización, en la edad adulta.

BIBLIOGRAFÍA CITADA

Emler, N. (2009). Delinquents as a minority group: Accidental tourists in forbidden territory or voluntary émigrés? En F Butera y J. Levine (Eds.). Coping with minority status: Responses to exclusion and inclusion (pp. 127-154). US: Cambridge University Press.

https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000366483

https://es.unesco.org/news/violencia-y-acoso-escolares-son-problema-mundial-segun-nuevo-informe-unesco

Adolescentes, hoy

La violencia filioparental

Iniciamos la sección «Adolescentes, hoy» con una entrada acerca de un tema que nos preocupa: la violencia filio-parental.

Cada vez más padres acuden a las Fiscalías de menores enviados por los Servicios Sociales para buscar solución a una problemática que no deja de crecer. Según diversos estudios hasta un 21% de los menores de una muestra comunitaria habrían maltratado física y psicológicamente a sus progenitores, mientras que hasta un 90% habrían ejercido abuso emocional. Lo anterior es si cabe más alarmante, si tenemos en cuenta que solo se denuncia un pequeño número de estas agresiones, que cuando las familias se deciden a poner el problema en conocimiento de la autoridad judicial ha pasado mucho tiempo desde los primeros conflictos graves (una media de tres años) y que en muchas estadísticas las denuncias contra un mismo menor se contabilizan solo una vez, al ser acumuladas «en un solo expediente». Según la psicóloga Barbara Cottrell (2004), puede definirse la violencia filio-parental como «cualquier acto que realiza un menor con intención de controlar a los padres y/o causarles daño psicológico, físico o financiero».

El problema es que esto ocurre, incluso en periodos donde los progenitores suavizan sus actitudes. Además, el maltrato que ejerce el hijo se incrementa con el tiempo en intensidad y frecuencia, poniendo en práctica además tipos de violencia que son cada vez más graves y contundentes. La edad de comienzo, oscila entre los 4 años —en los casos extremos—, hasta los 7 o los 13, en función de los autores. La edad media estaría en un arco que va desde los 11 hasta los 16 años y parece haber acuerdo en que son los hijos únicos y los primeros de la fratría los que tienen mayor probabilidad de convertirse en agresores .

Los tipos más comunes de violencia son la económica (robos, gastos abusivos e injustificados, romper objetos de valor), la psicológica y emocional (humillaciones, gestos y comentarios denigrantes, destrozar objetos con valor simbólico), la verbal (insultos y amenazas) y la física (golpes, empujones, etc), apareciendo esta al cabo del tiempo, después de todas la demás.

Todos los autores coinciden en que las familias monoparentales están sobrerrepresentadas, siendo las madres las mayores víctimas de violencia (de un lado, son físicamente menos fuertes; y de otro, son las encargadas de la educación de los niños). Sin embargo, otros investigadores encontraron que el abuso físico hacia el padre era ligeramente superior al dirigido a la madre. Respecto de los maltratadores, destaca ser el primero de la fratría y los hijos únicos, aunque este extremo ha sido discutido.

Son características de riesgo para convertirse en menor agresor haber sufrido bullying, ser adoptado, tener un grupo de iguales violento, el fracaso escolar, consumir drogas y haber padecido separaciones traumáticas.

Por último, respecto del objeto y finalidad de la violencia filio-parental, mientras que para algunos lo que el menor pretende es «buscar el control», otros sostienen que se trata solo de una reacción defensiva «a la violencia que reciben de su propia familia» o incluso «que agreden para liberarse de una relación con los padres que les agobia».

Pese a la disparidad de opiniones, hay algo en lo que los investigadores están de acuerdo: que la violencia filio-parental es un problema complejo que responde a numerosos factores personales, familiares y ambientales.

En sucesivas entradas iremos analizando cuáles son estos factores.